lunes, 5 de octubre de 2009

LA VIOLENCIA, LA ESCUELA Y LA FAMILIA.
Por Esteban Andrés Fernández.

La propagación de actos de violencia dentro del ámbito escolar, vuelve a poner de manifiesto un problema educativo y social que es necesario tratar en toda su dimensión debido a la multiplicidad de factores y causas: personales, sociales, político-culturales, familiares, que inciden en su manifestación..
La violencia de los chicos y jóvenes contra sus compañeros y docentes, y de padres hacia el docente, revela una falta de comprensión de elementales normas básicas de comportamiento y convivencia social y de valores axiológicos tales como tolerancia, respeto, solidaridad, compromiso, etc.
Considero, que respecto al tema en cuestión, puede analizarse desde distintas ópticas: sociales, políticas, institucionales, familiares.
Sobre este punto, existe una extensa y profusa pluralidad de análisis y conclusiones a las que se arriba según desde que perspectiva que se lo analice, lo que se torna un tanto controvertido y polémico el caso en cuestión.
A mi juicio, el primer responsable de la educación de los niños es la institución familiar.
En este sentido el Código Civil establece en su artículo 264 lo siguiente “ La patria potestad es el conjunto de deberes y derechos que corresponden a los padres sobre las personas y bienes de los hijos, para su protección y formación integral, desde la concepción de éstos y mientras sean menores de edad y no se hayan emancipado.
Por su parte, el artículo 265 reza en su parte pertinente “ ….Los hijos menores de edad están bajo la autoridad y cuidado de sus padres. Tienen éstos la obligación y el derecho de criar a sus hijos, alimentarlos y educarlos …
Debido a problemas de diversa índole principalmente sociales, políticos, económicos, culturales, principalmente agravados a partir de la década del 90: desocupación, aumento de pobreza, exclusión, que provocó situaciones de adicciones, violencia, depresión, ruptura de lazos familiares, etc con el consiguiente debilitamiento de la figura paterna, jaqueó a la institución familiar generando serios problemas originados en la instauración de una cultura de ausencia de padres, de reglas, de modelos. Ello, como dije, por las consecuencias del empobrecimiento en las relaciones familiares, y sociales.

La escuela, se enfrenta con una nueva realidad, y no cuenta con medios materiales, infraestructura, profesionales especializados para cada caso en particular, que de manera interdisciplinaria, complementen acciones que conlleven a encausar y sostener una tarea efectiva ante esta grave y dolorosa problemática sobre la cual la escuela se encuentra desbordada e indefensa.. Aquí, a mi criterio, en primer lugar, debe rescatarse y valorar el loable esfuerzo que realiza el docente, quien además de su dedicación profesional, debe salir solo, a salvaguardar el interés de los menores frente a situaciones de crisis y violencia familiar.
Por su parte, existe un elemento que suma: el medio familiar y el ambiente escolar están imbuidos por la permisividad y la idea de que los límites y sanciones por inconductas son elementos represivos que resultan incompatibles con los derechos y necesidades de los chicos.
Se trata, por lo tanto, de un complejo escenario, que no sólo da lugar a casos extremos de violencia, que algunas veces son conocidos por su trascendencia mediática, (otras veces no, se ocultan), sino también a situaciones de microviolencia cotidiana y de degradación de las relaciones entre las personas y de éstas con las instituciones, de las cuales no sólo son víctimas los niños, también los docentes, quienes están expuestos a situaciones de violencia y hostigamiento por parte de los menores y de sus familiares .
Este contexto escolar, es reciente, ya que en épocas pasadas, el docente era valorado por su rol de transmisor de conocimiento y respetado socialmente, no sucede lo mismo por estos días, en que la falta de respeto, la agresión física y verbal de sus alumnos o, como en más de una ocasión ha sucedido, de los padres, ha llevado a los docentes a un estado de temor e inestabilidad emocional que les impide volver al aula.
A mi criterio, hay que asumir que las normas y sanciones, cuando se utilizan adecuadamente dentro del margen de la razón y legalidad, son un elemento necesario para garantizar el orden y la disciplina escolar, que por otra parte deben regir dentro de una institución escolar. Debemos ser consientes que al igual que en una sociedad civil y democráctica, en el establecimiento escolar democrático, rigen normas que deben ser conocidas por la comunidad y que deben ser respetas por todos, padres, alumnos, docentes, con el claro fin de hacer más pacífica, llevadera y por lo tanto mucho más productiva la vida en las instituciones educativas.
En otro orden de ideas, es dable citar a título de ejemplo algunas normas jurídicas que tratan esta problemática, de aplicación directa dentro de la jurisdicción provincial.
En el ámbito provincial, rige la ley 12178 que establece un Programa Provincial de Prevención de Violencia Escolar en los Establecimientos Educativos.
Por su parte, la ley 26061, es una ley que consagra la Protección Integral de los derechos de los Niños, Niñas y Adolescentes.
A su vez, la ley 12967, se adhiere a la Ley Nacional de Protección de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes.
En el ámbito del ministerio de Educación, es dable tener presente la resolución nro. 00322 que aprueba las normas relativas a la organización y funcionamiento de los Servicios Zonales de Orientación Psicopedagógica y Familar,
A ello se suma que dentro de los contenidos curriculares que deben cumplir los docentes están el área denominada “ convivencia escolar”, dentro de la cual se trata el tema de la violencia.
En conclusión, la reiteración de actos de violencia en escuelas y colegios contra alumnos o docentes es un síntoma social riesgoso para los chicos y docentes.
Revela fallas en la formación de los jóvenes, de las cuales son responsables las familias y el Estado en su rol de planificador de políticas públicas. Una de las causas es la cultura de la permisividad. Es necesario asumir que las normas y sanciones son necesarias para encauzar la vida de los chicos, que éstas deben ser conocidas, reflexionadas e internalizadas por toda la Comunidad Educativa.

Gracias Esteban por colaborar con LA RESISTENCIA.